De los monjes a la óptica moderna: la increíble historia de los primeros lentes ópticos

Lo que aprendí hoy sobre los primeros lentes ópticos de la historia… sinceramente, me voló la cabeza.

Me metí a leer por simple curiosidad —ya sabes, uno de esos días en los que te pierdes entre artículos viejos, libros en PDF y datos aleatorios— y terminé encontrando algo que me dejó con los mente y los ojos bien abiertos.

Nunca imaginé que los anteojos, esos que hoy vendemos o usamos sin pensar, tendrían una historia tan increíble.

Antes de adentrarnos en el relato, te dejo un formulario de suscripción para que no te pierdas ninguna de éstas historias y las tengas para siempre en tu correo electrónico.

No sé si alguna vez te pasó, pero hay días en que uno estudia algo y, sin esperarlo, te cambia la forma de ver el mundo. Hoy me pasó eso. Estaba investigando sobre los primeros lentes ópticos en la Edad Media, sin más intención que alimentar mi curiosidad, y terminé encontrando una historia que parecía más bien una novela de misterio medieval.

Imagina esto: Italia, siglo XIII. Las calles empedradas de Venecia están llenas de mercaderes, marinos y monjes. En un pequeño taller, un artesano —cuyo nombre probablemente se perdió en el tiempo— pule con paciencia una pieza de vidrio convexo. Nadie le dice “óptico”, porque ese título no existe aún. No hay gafas como las conocemos, ni oftalmólogos, ni ópticas en los centros comerciales. Pero sí hay un problema universal: cansancio en la vista.

Los monjes copistas, responsables de transcribir a mano textos religiosos y científicos, comenzaban a tener problemas con la vista a medida que envejecían. No podía leer las letras pequeñas, y eso representaba no solo una incomodidad, sino una amenaza directa al acceso al conocimiento. La solución vino con una idea tan brillante como simple: crear un lente que pudiera ampliar lo que se ve. Así nacieron las primeras “piedras de lectura” , una especie de lupa fija que se apoyaba sobre el texto.

Pero no fue hasta finales del siglo XIII, en torno a 1285, que aparece lo que podríamos llamar el primer par de anteojos. Las fuentes dicen que fue en Pisa donde se crearon estos lentes convexos montados en una estructura que se apoyaba sobre la nariz. De hecho, un sermón de un monje dominico, Giordano da Pisa, menciona: “No han pasado veinte años desde que se inventaron los anteojos, y ya todos los usan”.

¿Te imaginas lo que debe haber sido eso? ¡De repente poder leer de nuevo! Recuperar algo tan valioso como la visión. Una lente de vidrio cambiando el destino de una persona.

Y mientras leía todo esto, me puse a pensar en cómo hoy en día damos por sentado nuestros lentes. Yo trabajo asesorando a personas en ópticas, ayudándolas a elegir el anteojo ideal -de acuerdo a su prescripción-. Pero muy pocas veces nos detenemos a pensar en lo increíble que es tener ese privilegio. Yo tampoco lo hacía, hasta ahora.

Soy un aprendiz autodidacta. Dejé la universidad, pero no dejé de aprender. Hoy, estudiando por mi cuenta, descubrí que detrás de cada par de gafas hay siglos de historia, de ensayo y error, de personas que soñaban con ver mejor el mundo. Igual que yo.

Y eso me inspira. Me recuerda que, aunque no tenga un título aún, tengo algo igual de valioso: la voluntad de aprender todos los días. Así como ese artesano que tallaba vidrio sin saber que estaba cambiando el mundo, yo sigo tallando mi camino, palabra por palabra, lente por lente.

Y sí tú también te quieres sumar a éste grupo de gente que lo que queremos es cada vez saber más, deja tu correo en la caja de abajo que te lleva a una newsletter donde, además, se te envían correos con más datos interesantes que te van a servir tanto si quieres conocer la historia de la óptica, parte de la rama de la medicina llamada Oftalmología para solo saber, para trabajar y vivir de ésto o lo que desees.

Vale, me apunto:

Deja un comentario

Review Your Cart
0
Add Coupon Code
Subtotal